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Juan Méndez Varo


Domingo, 19 de mayo de 2024

Los cumpleaños son motivos para celebraciones. El cumpleaños al que me voy a referir no es, para el que el que le escribe y también para muchos ecijanos, motivo de celebración sino todo lo contrario. El pasado mes de marzo se  cumplió 15 años de la venta de un retablo  del siglo XVIII procedente del Convento de Santa Florentina de Écija a la Hermandad de Nuestro Padre Jesús de la Salud, conocida en Sevilla como los Gitanos  lo  que significó la pérdida, otra más, de una pieza importante del rico patrimonio artístico de la ciudad de Écija.

En la tarea complicada  para evitar la venta del retablo estaban, por una parte, una asociación modesta que con voluntad y generosidad quiso lo mejor para la Ciudad: La Asociación de Amigos de Écija; y en la otra,  una de las hermandades más popular e importante de Sevilla: la Real Ilustre y Fervorosa Hermandad Sacramental, Ánimas Benditas y Cofradía de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús de la Salud y María Santísima de las Angustias Coronada (los Gitanos),  presidida por el hermano mayor Juan Miguel Ortega Ezpeleta, y avalada nada menos que por doña  Cayetana de Alba, la Duquesa de Alba. Si la balanza ya estaba desequilibrada, a ello se unió el beneplácito del entonces arzobispo Carlos Amigo Vallejo.

Los hechos son los siguientes y se pueden leer en el libro Reflexiones en voz alta de un hermano mayor. Página 97. (Ediciones Guadalquivir 2003): Por aquel tiempo estaba en proceso de obras el templo del Valle, sede a la mencionada hermandad. Las obras transcurrieron entre los años 1998-1999 y, en el desarrollo de la misma, se informó al hermano mayor de que en un convento de Écija, “unas monjas tienen un retablo camarín que estuvo en tiempo en la clausura del convento con una imagen de la Santísima Virgen (que en la actualidad se encuentra en la localidad de Pedrera (Sevilla) y que el mencionado camarín permanecía desmontado desde veintitantos años  en unas dependencias del convento a consecuencia de unas obras y que la superiora estaba interesada en venderlo, para así poder realizar las obras en el maltrecho convento”. De tal forma en una de las visitas al Palacio de las Dueñas por parte del  referido hermano mayor,  informó  a la Duquesa de Alba sobre el referido retablo-camarín datado en 1758. Tuvieron que ser convincentes las razones expuestas, tal es así que la propia Duquesa de Alba le aconsejó que fuera a verlo personalmente, realizando al día siguiente  la vista a Écija con un coche de la propia casa de Alba, acompañado del arquitecto de las obras Juan Vicente García.

De regreso a Sevilla, se informó a la Duquesa de todo lo concerniente a la reunión mantenida con la superiora,   a la que comunicaron “la belleza del mismo, su antigüedad (perteneciente al siglo XVIII), la buena conservación de su dorado de estilo estípite, su talla armoniosa, así como sus pinturas alegóricas, dándole al conjunto un ambientación muy mariana” a lo que la Duquesa de Alba aconsejó  “que antes de adquirirlo era conveniente tener un informe de una persona docta en la catalogación”.  Obtenido el informe pertinente no se dudó en su compra, previa la oportuna autorización de la autoridad Eclesiástica.

La Asociación de Amigos de Écija inició una campaña encaminada evitar su traslado pero también llamando la atención sobre las necesidades de la Comunidad de Madres Dominicas y en especial sobre el estado de conservación del claustro y la  artística espadaña del Convento de la Florentina.  Con tal fin se remitieron  escritos al Arzobispado de Sevilla,  a las autoridades locales y provinciales y del mismo modo se remitieron  notas de prensa a todos los medios tantos locales como provinciales. (Ver ABC 9 de marzo de 1999).

Como se sabe el camarín fue traslado definitivamente a Sevilla y colocado como altar mayor en la Iglesia del Valle de Sevilla. Es bueno recordar que  años después con la financiación del Ministerio de Educación y Cultura, Dirección General de Bienes culturales, se inició la rehabilitación de claustro y la espadaña del convento. Las obras fueron dirigidas por el arquitecto Ricardo Huerte Fuentes y solo en la segunda fase se invirtieron 238.747,16 euros.

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